La violinista  japonesa que fue una niña prodigio es hoy una docente reputada y una verdadera dama del instrumento ( toca un Guarnerius de 1734) fue acompañada el pasado día  11 de febrero de la orquesta de la Suisse Romande a las órdenes de su director  titular Jonathan Nott en el concierto para violín y orquesta de Sibelius. No recuerdo una versión en vivo igual. El resultado fue magnifico. Desde las primeras notas de su intervención en el primer tiempo del concierto se dejó traslucir lo que vendría después. Su elegancia en la concepción de la música su perfecta digitación y técnica en la que no se oyó ni el más mínimo arrastre proporciono el resultado de la excelencia que se alcanza en una versión en vivo en muy pocas ocasiones. Así fue en esta función en el Auditorio premiada con el entusiasmo del público que hizo total justicia a lo que supuso. Fue muy bien acompañada por el director, que estuvo atento a todas las intervenciones de la solista.

  Pero no todo acaba ahí. Antes la orquesta de la Suisse Romande había dejado su huella de fantástico hacer a las órdenes de Nott en una bella versión del Claro de Luna de Debussy como primer plato para finalizar en una espléndida traducción de la Consagración de la Primavera de Stravinski. No siempre , dadas las dificultades en el empaste de todos y cada uno de los bloques de la orquesta, resulta redondo. Esta vez  sí que salió maravillosamente bien con una lección también inolvidable de la característica e impresionante obra del músico que cambio las reglas de la música hasta entonces en el siglo XX. Después de Stravinski la música clásica viró y eclipsó a todos los movimientos tradicionales. Hubo un punto y aparte. Ese mismo punto sí que se consiguió con la interpretación que el director obtuvo y que coloca a su orquesta a funcionar como una autentico y nunca mejor dicho, reloj suizo. Un verdadero privilegio haber sido testigo de este memorable concierto.