En esta semana del año prolifera por doquier la música de la celebración religiosa más importante del año para la Santa Iglesia y para todos los cristianos del orbe en general. En los pueblos y ciudades las tradicionales procesiones con los impresionantes monumentos de la imaginería salen de los templos para ser paseados con orgullo y con devoción ferviente. A todos estos recorridos invariablemente les acompaña la música de las bandas de instrumentos de viento o las estremecedoras saetas cuando se hace el silencio. La música popular, pasada por la tradición luce sin complejo y lo último que se puede hacer es desdeñarla  pues tiene un valor entrañable por sí misma.

  Esta sería la música de semana santa  en donde se participa activamente. Me referiré ahora a la música llamada seria para ser escuchada en recogimiento pues estos días son para lo fieles días contrarios a los del carnaval, es decir de meditación y aunque sean hoy de anhelado descanso, históricamente la disciplina eclesiástica requería  no efectuar actividades lúdicas sino intentar acompañar al luto de la muerte y pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Recuerdo que en casa de mi padre se escuchaba por la radio exclusivamente música clásica durante todos los días de pasión, La temporada de conciertos  ofrecía siempre alguna o varias obras de tinte religioso y era ya tradición que se interpretara cada año la Pasión según San Mateo de Bach o la misa de réquiem de Verdi.

   A la música religiosa me voy a referir. No voy a hablar de la influencia de la Iglesia en la cultura universal y por tanto en la música desde el georgiano a nuestros días. Siempre la espiritualidad ha estado ligada a ella y como es natural inspiro a la mayoría de los grandes compositores. Dentro de la categoría general de la música llamada  religiosa hay que distinguir la compuesta para seguir o interpretar para la liturgia, es decir en una misa y pongo ejemplos como la Misa de la Coronación de Mozart o la monumental Misa Solemnis de Beethoven o la en si menor de Bach que son más que la mera música para que el pueblo la cante en la parroquia o las misas de difuntos o de réquiem entre las que descuellan el Réquiem de Mozart o los de Brahms, Berlioz  , Fauré, el war réquiem de Britten o el genial de Verdi.

Luego hay oratorios que son música para voces, con coro solistas y acompañamiento orquestal que se dedican a un tema bíblico o del Evangelio narrando unos hechos extraídos de los mismos pero que a diferencia de la opera no tienen ni acción ni decorados. Han sido muchos y magníficos. Aquí dejo ahora una lista de los más famosos del repertorio para que el lector elija  a sus gusto para escuchar si quiere con los medios reproductores hoy existentes. Sin ser exhaustivo mencionare de Vivaldi, Judita Trumphans, de Haendel El Mesías, Judas macabeo, Jephtá; de Haydn la Creación y las siete palabras de Cristo en la Cruz, de Bach el oratorio de navidad; de Beethoven Cristo en el monte de los Olivos; de Mozart Betulia Liberata; de Berlioz La infancia de Cristo; de Mendelssohn Elías o Paulus de Penderecki la Pasión según San Lucas.

  Dejo para el final las dos Pasiones de Juan Sebastián Bach, según se Mateo y según San Juan. Estas monumentales obras son el mejor reflejo musical de la civilización occidental. Ya escribí para la revista hace años in extenso sobre los dos obras y sus diferencias y matices (ver artículo revista).  No me repetiré cansando al lector, pero, dejando aparte mi preferencia personal porque soy un forofo de las dos, ruego a la que no las haya escuchado nunca que las siga con el evangelio, las oiga en directo y si no le gustan y no es un terco pruebe a escucharlas otra vez a ver si hay suerte. Feliz descanso a todos.