El citado cantante nacido en La Val in Ladin Tirol del Sur, Italia, nos obsequió con una magnifico recital de lieder para el ciclo que organiza nuestro teatro de la Zarzuela de Madrid y que en general constituye uno de los inventos más felices que es instituyeron en la capital, ya en los años de la dictadura y como buen invento perdura hasta nuestros días. Debo decir que en otras ciudades europeas el lied asoma en los festivales de musica más famosos del continente. Tienen la ventaja aunque arriesgada, de que cuentan con un público fiel y entendidísimo donde no tienen cabida los mediocres. Lo diré otra vez en voz muy alta. Es una felicidad comprobar que el teatro esta siempre lleno, agotadas las localidades, y se nota en el calor y la expectación con que la gente recibe a los cantantes y a sus acompañantes. Quien lo iba a decir hace treinta años.

Pasando a la velada del lunes día 3, tuvimos la suerte de contar con un repertorio precioso sin incursiones en compositores contemporáneos del siglo veinte, Canciones de Schubert y Gustav Mahler. La primera parte empezó con Mahler (lieder eines fahrenden gesellen) cuatro canciones que recordaban a los de  Wundernhorn desarrollados en sus primeras sinfonías, verdaderamente deliciosos seguidos por  cinco juveniles creaciones de Schubert. Juveniles pero muy bien construidos y mejor cantados. André Schuen es un barítono lirico de precioso timbre e impecable técnica que supo frasear, decir musitar con hábil manejo del falsete   cuando fue necesario y dominando la mezza de voce. En la segunda parte volvió Schubert con poemas más serios y elaborados y finalizo la sesión con los famosos Ruckert Lieder de Mahler, para que  la voz del cantante dejara ver su todo potencial enfatizando en lo sombrío y trágico, casi misterioso.

Schuen estuvo todo el tiempo acompañado del pianista alemán Daniel Heide. Mejor dicho, no solo acompañado sino perfectamente ensamblado, siendo parte imprescindible del éxito del recital. Las canciones de ambos compositores citados  destilan no solo un empañamiento tonal sino una calidad de matices y contracanto que deben ser expresadas en su estilo y así fue en todo momento y hasta el último detalle. El público se entusiasmó más en la primera que en la segunda a parte y provocó una canción de propina  altamente traducida en los más cálidos aplausos. Que el ciclo continúe por la bendita senda de la excelencia y la amenidad.