Desde  2014(si no me engaña la memoria) no se había vuelto a escuchar la maravillosa obra de Tchaikovski, con montaje y medios de la época de Mortier en el coliseo de Madrid. Ahora ha vuelto con un buen bagaje de  elementos para hacer una notable producción.

  La ópera está basada en un libreto sobre la obra de Alexander Pushkin que fue tomado por el compositor con gran entusiasmo cuando le dieron la idea para realizarla. Se dice que con un buen libreto media opera ya está hecha. El mérito de esta fue su originalidad entonces. El mismo Tchaikovski, una vez compuesta tenía la impresión de haber fabricado algo que no era propiamente una ópera sino algo distinto. La obra comienza y acaba sin parar declamando cantando solistas y coro pegados a la narración de la historia de Tatiana Y Oneguin. Es más, decía  y así se hizo, que no se contrataran cantantes profesionales y lo hicieron en el estreno (hubo varios hasta la versión definitiva) alumnos suyos del Conservatorio. Tiene de todo para ser completa; coros baile y arias y dúos cuartetos y soliloquios y vibrante orquesta eso si siempre dentro del carácter sentimental de la obra del compositor

    Para ello se ha contado con cuatro más que buenas voces para los roles principales, Tatiana y Olga Lenski y Oneguin rodeados de segundos papeles, a los que el autor dio cancha sin ser meramente comprimarios. La voz de la soprano protagonista

Kristina Mkhitarian llenó la escena con su precioso timbre, ancheándose y bajando a zonas más obscuras con soltura y buenas dotes de actriz haciendo el papel muy adecuado a la obra. Igual o mejor el barítono  protagonista Iuri Samoilov fue un triunfador de la noche. Voz rusa noble y redonda sirviendo en toda la tesitura con buenísima línea de canto. Le siguieron el tenor Bogdan Volkov como Lenski ´de magnifico fraseo y precioso timbre junto a la mezzosoprano en el papel de Olga, Victoria Kara cheva. Sobre los cimientos de estas cuatro voces principales pivotaron el resto de comprimarios, junto a excelentes intervenciones del coro, importante en esta ópera. La batuta de nuestro director Gustavo Gimeno estuvo  atento a servir a los cantantes con orquesta suficiente, sin taparlos sacando todo el partido que la bella partitura requiere No quiero olvidarme de  Elena Zilio en el papel de la nodriza Filipievna.Su color de voz grave brilló adornando las escenas.

   Termino con el montaje atribuido Christof Loy. Para mí ,por mucho que se esfuercen en intentar sobresalir a la música, me conformo con que no saltemos a la órbita de lo zafio y extraterrestre. Fue aseado y discreto , paneles blancos y grises como una gran estancia apta para todas las situaciones, animado por el vestuario del coro que alegró el espacio y buena dirección de escena  dentro de la monotonía El montaje debe ser un plus que la convierte en fuera de serie si constituye una verdadera obra de arte. Aquí no fue el caso pero bienvenida sea una opera como esta  pues cada vez se escucha menos y merece verdaderamente la pena.